Por un crucifijo
El Padre Smet veinte años más tarde topose con uno de los indios por él convertidos.
- ¿Te has conservado fiel?
- Tú me dejaste al marchar un crucifijo de cobre. Y, cuando me sentía tentado de beber, miraba el crucifijo y le decía: “Has sufrido todo esto por mi amor, ¿y no sufriré yo algo por ti?” Así he permanecido veinte años sin embriagarme.
- Pero ¿tanto tiempo te has conservado sin cometer un pecado mortal, no teniendo el auxilio de los sacramentos?
- ¿Un pecado mortal? Pero ¿es que los blancos a quienes tú muestras el crucifijo cometen después pecados mortales?
Mauricio Rufino, Vademécum de ejemplos predicables,
Barcelona: Herder, 1962, n.º 1293 (extracto)