La oración en la creación.

11.07.2013 11:40

La experiencia de Dios en nuestras vidas se remonta más allá de la adoración Eucarística, la celebración de la Santa Misa, los largos momentos en el Templo, o incluso de la presencia más sagrada del Señor, que es en la Comunión.

 

Hablar de Dios en nuestras vidas, es hablar de una constante experiencia de encuentro con Él. En ocasiones, nos hemos centrado en reconocer a Dios como un Padre amoroso, a Jesús como el Hijo que vino para mostrarnos el camino y ser nuestro redentor, y al Espíritu Santo como aquél que se quedó con nosotros para ser nuestro consuelo, guía, y el dador de toda clase de dones espirituales; ninguna de estas creencias y experiencias es incorrecta, sino todo lo contrario.

 

La pregunta que hoy nos formulamos es ¿Cómo poner a Dios en un plano en el que todos le podamos reconocer? La respuesta es sencilla, reconocer a Dios como el Creador.

 

Si bien es cierto, hay muchas corrientes que buscan hablar y “comprobar” el origen del universo desde una perspectiva no religiosa, sin embargo, la verdad es una y absoluta. Dios, nuestro Padre, lo creó todo.

 

Esto último, es una maravillosa realidad, sin embargo, debemos admitir que viviendo en este mundo tan acelerado y tan preocupado por las cosas pasajeras, nos es imposible reconocer el don de Dios por medio de la naturaleza creada, y entonces, empieza en nosotros a adormecerse la capacidad de asombro ante la magnificencia del Creador.

 

Hace aproximadamente dos meses, nos dimos un tiempo para ejercitarnos, pues cuidar el templo de Dios también es importante, y al mismo tiempo, aprovechamos este espacio para contemplar en la naturaleza, la mano de Dios.

 

A Monterrey, lugar en donde residimos, se le conoce por ser la Ciudad de las Montañas, y haciendo uso de esta característica, estuvimos durante lo largo de la mañana, en lo más alto de una de estas montañas. Fue un recorrido largo, en el cual pudimos contemplar una muy variada gama de plantas, bichos y aves.

 

Tuvimos la experiencia de ver el cambio de tipo de plantas según íbamos avanzando y a la vez aumentando la altura; también variaban según si hacían contacto con ellas los rayos del sol. Unas eran altas como árboles, otros eran pequeños arbustos; plantas que asemejaban una red y envolvían el tallo de otros árboles pequeños. En fin, ver toda esta vegetación, nos hizo pensar ¿Cómo es que esto existe? ¿Para qué?... Cualquier cuestionamiento nos llevaba a una misma respuesta: Dios.

 

En la parte más alta de este cerro, nos encontramos con una pequeña creatura. Resulta que nos sentamos a orar por un momento, y después compartimos un par de naranjas y una manzana entre nosotros. Al terminar estos frutos, dejamos los restos cerca de donde estábamos sentados y al paso de algunos minutos, mientras contemplábamos desde lo alto el paisaje de toda la ciudad, se acercó este pequeño animalito, ¿un zorro? No sabemos exactamente la raza, incluso, jamás lo habíamos visto, lo que nos hizo pensar ¿Cuánto más creó el Señor, sin que nosotros aún lo descubramos?

 

Una tercera experiencia, que en el sentido humano no fue tan placentera, es hablar del cansancio físico que nos generó aquella excursión. Sin embargo, hablar de esta sensación, es hablar de una presencia de Dios estupenda, pues nos hace más conscientes de cómo el cuerpo humano, la obra maestra del Señor, funciona perfectamente.

 

Es difícil plasmar en palabras todo lo que se experimenta cuando se vive a Dios en la cotidianidad, lo que convierte a este artículo en una atenta invitación a cada lector, a hacer del Señor, un compañero permanente en el diario acontecer de sus vidas.

 

Hermano lector, no des vuelta a la hoja de este periódico sin antes contemplar tu alrededor. Te garantizamos que justo en este momento podrás vivir la grandeza de Dios, el amor del Padre manifestado en cuanto te rodea. Y más aún, te invitamos a cerrar tus ojos, y sentir a Dios creando segundo a segundo tu vida; en cada latir, en cada respirar, en cada movimiento y pensamiento, ahí está Él.

 

Que Dios, que creó todo por amor a nosotros, avive en ti el fuego de corresponderle y llevarle a los demás. Que María, nuestra Santa Madre, te muestre desde su mirada la perfección de todo lo creado.

 

Dios los bendiga.

Monterrey, México.