Escogiendo una Esposa Piadosa

15.10.2013 11:10

Escogiendo una Esposa Piadosa

“Dichoso el marido de una mujer buena, el número de sus días se duplicará. Mujer valerosa es la alegría de su marido, el vivirá en paz todos los años de su vida. Una mujer buena es una herencia valiosa, que toca en suerte a los que temen al Señor. El encanto de la mujer complace a su marido, y su ciencia le reconforta. La mujer silenciosa es un don del Señor, la mujer bien educada no tiene precio. La mujer honrada duplica su encanto, es incalculable el valor de la que sabe controlarse. Sol que sale por las alturas del Señor es la belleza de la mujer buena en su casa bien ordenada.” Eclesiástico 26, 1-3, 13-16

Es muy importante que nosotros como hombres, si somos llamados al Sacramento del Matrimonio, escojamos la mujer que Dios quiere. Recuerda, Dios es el que nos la regala…¡pero tenemos que saber lo que estamos buscando! Lo que debemos buscar es una esposa que ame a Dios sobre todas las cosas, una seguidora activa de Cristo, que lleve una vida sacramental y que sobre todo, ayude a su esposo (nosotros) ¡a llegar al cielo! Una mujer no solamente tiene el llamado de ser madre y buena esposa, sino que ¡su papel principal es hacer que su esposo llegue al cielo!

En la Sagrada Escritura, encontramos que los católicos somos llamados a casarnos con otros creyentes: “¡No se unan en yugo desigual con los infieles! Pues ¿qué relación hay entre la justicia y la iniquidad? ¿Qué unión entre la luz y las tinieblas?” (2 Corintios 6, 14). Hombres, pensemos por un momento… si el trabajo principal de nuestras futuras esposas es ayudarnos a llegar al cielo, ¿cómo podríamos imaginar unirnos con una persona que no comparte nuestra Fe en Cristo? Por lo tanto, nuestra Iglesia nos enseña sobre la importancia de buscar una mujer que verdaderamente ame a Dios. Eso significa mucho más de lo que el mundo quiere decir del “amor”, porque casi todo mundo diría que “ama” a Dios. La verdad es que el amor es algo más profundo que solamente las emociones, el amor significa temor de Dios, también obedecerlo y llevar una relación íntima con Él. Pues, es Dios quien está preparando a nuestras futuras esposas, ¡pero nosotros tenemos que estar buscando en los lugares apropiados!

Es natural entonces que nosotros como hombres deseemos una compañera para ayudarnos a lograr las metas que Dios tiene para cada uno de nosotros, en vez de alguien que nos distraiga y confunda. Los libros del Antiguo Testamento en la Biblia contienen mucha sabiduría, ¡aunque no lo crean! El libro de los Proverbios dice: “Una esposa que se somete a su esposo es un tesoro.” ¡Y es cierto! Ella está a su lado para darle fuerza, apoyo y amor, para perdonar y crecer en santidad con él (Génesis 2, 18). Si nosotros realmente creemos y confiamos en nuestro Padre celestial, tenemos que aceptar que para el matrimonio (los que somos llamados a eso) Dios ya tiene un plan: “Bien conozco los designios que abrigo sobre ustedes, oráculo del Señor. Son designios de paz, no de desgracia; de darles un porvenir cuajado de esperanza” (Jeremías 29, 11). Para encontrar a la esposa que Dios ha elegido para nosotros, no existe un libro de reglas, más que todo hay que reconocer el mismo rostro de Dios, poder reconocer Su rostro en el de ella. Un hombre debe luchar por su propia santidad antes de buscarla a ella, o el no podrá reconocerla tal como Dios quiere.

En mi experiencia, yo tuve que llegar a un nivel de madurez (mental y espiritualmente) para poder entender y aceptar lo que significa la vida del matrimonio. Pues, la sociedad ha pervertido tanto la imagen del verdadero matrimonio que solamente a través de la oración y una lucha constante por conocer más de Dios y nuestra Fe Católica, yo pude entender que necesitaba hacer para prepararme a conocer a mi futura esposa. Ella vino, mi tesoro de Dios, solamente cuando Dios vio que era el tiempo adecuado para yo recibirla en mi vida. La paciencia era necesaria. Aun cuando somos pacientes, ¡El quiere más! (¡El matrimonio es la última prueba de paciencia!) Entonces, tuve que esperar por Dios y decidí durante ese tiempo no salir con diferentes muchachas solo para divertirme. Yo decidí entrar en un noviazgo con la idea y meta de discernir el matrimonio, pues la idea de salir con una muchacha por unos meses por puro gusto, para mí era malgastar el tiempo. Me comprometí con un ministerio y me dedique completa y únicamente al servicio de Dios, dejé de preocuparme y obsesionarme sobre el futuro y mi futura esposa.

Comencé a aprender que yo necesitaba enfocarme más en lo que significa “ser un hombre Católico” si yo quería atraer una buena esposa. De nuevo lo repito, no fue hasta que yo me enfoque en ser un hombre de Dios, viendo a todas las personas con pureza, que Dios cambio mi vida para siempre. Con mi esposa, nuestro noviazgo fue muy bendecido, estábamos viviendo nuestra Fe a través de los Sacramentos, orando diariamente, y eso nos dio la fortaleza para vivir la pureza, reservando cualquier relación sexual para el matrimonio. Ese tipo de relación, aun con sus dificultades, ¡me trajo tanta libertad! Por todas las decisiones que nosotros tomamos durante nuestro noviazgo, yo puedo decir que estoy felizmente casado y Dios nos ha bendecido con un hermoso hijo. También puedo decir que yo estoy contento todos los días, esperando regresar a mi casa para ver a mi familia.

Dios te bendecirá más de lo que puedes imaginar si eres paciente, si crees y luchas para la santidad, tal como le bendijo a Tobías y Sara la noche de su matrimonio: “Tú creaste a Adán y le diste a Eva, su mujer, como ayuda y compañera; y de los dos ha nacido toda la raza humana. Tú dijiste: No está bien que el hombre esté solo, hagámosle una ayuda semejante a él. Ahora, Señor, yo no me caso con esta mujer por lujuria, sino con elevados sentimientos. Ten misericordia de los dos, y haz que vivamos larga vida.” Los dos exclamaron: “Amén, amen.” Tobías 8, 6-8

Padre Amado,

Si Tu plan para mi vida es la vocación del Matrimonio, te ruego que me transformes en un hombre conforme a Tu corazón para poder reconocer a la compañera que haz creado para mí. Permite que yo esté completamente satisfecho con Tu amor para que sea un romance santo. Te rindo mis deseos más profundos y confío en que los cumplirás de acuerdo a Tu perfecta voluntad.

 

San José, castísimo esposo de María, ruega por nosotros.

Via: Corazón Puro